Picnic en Hanging Rock es un libro
inquietante. Con gran habilidad, Joan Lindsay nos hace la siguiente propuesta:
“El lector tendrá que decidir por sí
mismo si “Picnic en Hanging Rock” es una historia real o ficticia.” Desde el principio nos predispone al espíritu
del misterio. La trama tiene lugar en Australia; es el final del verano y el
día 14 de febrero de 1900 las alumnas del colegio para señoritas Appleyard se
disponen a celebrar San Valentín "de
manera perdidamente romántica y estrictamente anónima", una
celebración que la directora, la señora Appleyard, desaprueba. Para pasar el
día, se ha organizado un picnic en el campo al que irán todas las niñas, menos
Sara Waybourne, la alumna más joven, que ha sido castigada, y dos de las
profesoras, la señorita Greta McCraw y Mademoiselle Dianne de Poitiers. La
señora Appleyard avisa a sus discípulas de que la roca "es extremadamente peligrosa”, con "letales serpientes y (...) hormigas venenosas de varias especies"
y “(…) por
tanto, se les prohíbe hacer ninguna estupidez, y menos si es tan poco propia de
señoritas como explorar el lugar, ni siquiera las laderas más bajas" y de paso la autora anticipa a los lectores el
drama que se avecina. En las inmediaciones de la Roca "una maravilla geológica" hay un área de picnic, donde
almorzarán, y a la vuelta tienen que hacer "una
breve redacción".
At the Hanging Rock, de William Ford, 1875 |
La fecha en que ocurren los hechos es relevante:
febrero de 1900, el fin del siglo XIX, una era en la que el colegio Appleyard
tenía sentido, y el comienzo del XX, en el que quedará anticuado. El colegio
Appleyard para señoritas empieza a ser un anacronismo. La directora vino de
Inglaterra, su aspecto "era justo lo
que los padres esperaban de una directora inglesa”, pero no existen pruebas
de su experiencia educativa y para colmo tiene un pasado oculto En un país
joven como Australia, los padres buscan las tradiciones en la todavía metrópoli
para educar a sus hijas, un modelo anticuado, que dará un vuelco, en especial a
raíz de la Primera Guerra Mundial, cuando las mujeres empezarán a luchar por la
igualdad de la que antes no disfrutaban. Pero en el colegio las normas todavía
son las tradicionales: "EL SILENCIO
ERA ORO", así estaba escrito en la pared y así se practicaba. Las
alumnas son jóvenes impresionables, enamoradizas, y pasan la mayor parte de su
tiempo encerradas, reprimidas en sus actos, en sus pensamientos y en su
vestimenta, compuesta de "Corsés que
les oprimían el plexo solar, (...) voluminosas enaguas, medias de algodón y
(...) botas de cabritilla" que no les dejan respirar ni moverse con
facilidad. Un montón de adolescentes con sus urgencias y su imaginación. Así
que, cuando durante el viaje se pronunció “la
palabra "Colegio" provocó un escalofrío". Sin embargo ahora "(...)
lo que sentían era una deliciosa libertad ante el rápido y constante movimiento
del coche, e incluso ante el cálido y polvoriento aire que llegaba hasta sus
rostros (...).El calor y el movimiento les hacen caer en somnolencia”. Por
primera vez experimentan el placer y la dejadez de la libertad y de la falta de
obligaciones.
El viaje empieza a afectar a las chicas: "El calor que hacía en el interior del
vehículo resultaba ya agobiante, (...)" y a mitad de camino, paran y todos
beben limonada, incluido el señor
Hussey, el cochero: "Aunque no suelo
beber nada de alcohol cuando tengo por delante un día tan importante como
este." Miranda hace un brindis en honor de San Valentín. Si la limonada
que beben lleva alcohol, explicaría mucho de lo ocurrido después. Tras la
parada para refrescarse, "apenas se
percibía el sonido (...) de cascos. No había ni rastro de viajeros (...). Ni
siquiera había pájaros cuyo canto pudiera escindir el silencio repleto de sol.
(...) y las chicas, que hasta ese instante habían estado riéndose y charlando
sin cesar de pronto, sin saber bien por qué, se callaron." Lindsay
sigue dejando caer los elementos de misterio para inquietarnos: "¡Qué sitio tan espantosamente
silencioso!" Cuando llegan a la Roca se les detienen los relojes al
mediodía, pero no se dan cuenta hasta que, después de almorzar, Miranda, Irma
Leopold, Marion Quade y Edith Horton deciden aproximarse a la roca para
estudiarla a fondo. Madeimoselle, en contra de las instrucciones de la
directora, las deja marchar y ella se queda en el área de picnic, liberada de
obligaciones, y se deja embriagar por el ambiente de somnolencia que ha
invadido a la partida. Algo las embriaga, algo que parece propagarse, que es
contagioso. Miranda toma el mando del grupo. Se cruzan con los Fitzhubert, que
están también de excursión en las inmediaciones. Albert Crundall, el cochero de
la familia, silba a las chicas al pasar y Michael, el sobrino venido de
Inglaterra, le recrimina por ello, a lo que Albert responde: "Todas las mujeres son iguales en lo
que a los tíos de refiere." Albert se ha criado en un orfanato, tiene
poca educación y según Mike no se ha comportado correctamente, aunque en Australia,
“donde cualquier cosa podía ocurrir",
las costumbres son más relajadas que en Inglaterra.
Las jóvenes saben que no deben alejarse
mucho más, "pero la perspectiva que se alzaba ante ellas iba haciéndose
más y más seductora a cada paso (...)". Irma oye en la lejanía el retumbar
de unos tambores que llega desde la llanura. "Todas, excepto Edith, se habían quitado las medias y los zapatos”.
"Estás consiguiendo que la cabeza me
dé vueltas", dice Edith, que empieza a flaquear: "De haber sabido que iba a ser tan horrible no habría
venido." Se deslizaban descalzas, avanzando guiadas por Miranda y se
encuentran con un monolito. "Sobre
ellas se derramó súbitamente una lasitud tan abrumadora que las cuatro chicas
se dejaron caer sobre la roca (...) y allí mismo se quedaron profundamente
dormidas". Más tarde, Miranda sigue adelante y Marion e Irma le siguen
sin rechistar; Edith cree que deberían volver y así se lo pide pero las otras quedan
"fuera de su alcance, más allá del
monolito”. Edith sale huyendo presa de un ataque de histeria y de vuelta al
área de picnic, se cruza con la Profesora McCraw, que se dirige en calzones a
la Roca. Nadie comprende por qué se desnudó y la ropa nunca se encontró. No se
la vuelve a ver ni a ella ni a las tres jóvenes. No se sabe qué les pasó, ni
por qué desaparecieron: si fueron violadas y asesinadas, si fueron secuestradas
o escaparon. Los cuerpos no aparecieron y el misterio no se resuelve. De hecho,
los trece capítulos restantes solo nos cuentan lo que les ocurrió a los
supervivientes de la tragedia y cómo sus vidas cambiaron radicalmente a raíz de
ella; cómo se intenta reconstruir los hechos y dar un sentido a lo ocurrido.
Es extraño que un adormecimiento repentino
se apoderara de todo el grupo. Parece un caso de sicosis colectiva, una locura que
se propagó y que les hizo perder el sentido hasta el
paroxismo. Las supervivientes quedan
conmocionadas y nunca volverán a ser las
ingenuas y enamoradizas jovencitas. Es como si todas hubieran sido violadas. Sus
espíritus han quedado sensibilizados de tal manera que la visita de Irma
Leopold al colegio, crea una conmoción y sus compañeras pierden la cabeza y la agreden
en un desesperado intento de comprender qué ocurrió en la Roca. Esta locura
acaba afectando a todos los personajes de la historia, estuvieran o no
directamente relacionados con los sucesos de Hanging Rock.
El misterio está muy bien planteado desde
el inicio de la novela, ya que las pistas que se dan nos llevan a hacer una
doble lectura y podemos interpretar los hechos de varias formas: la lógica
conduce a pensar que las jóvenes sufrieron un desgraciado accidente en la
montaña, cayeron por las grietas de las rocas o se precipitaron en una cueva, "(...) los niveles más bajos y más
accesibles de la roca son enormemente traicioneros", pero siempre deja
abierta la posibilidad de que ocurrió algo extraordinario, por ejemplo, que
resulta incomprensible que les haya ocurrido algún accidente si iban con
Miranda, que "está muy acostumbrada
a moverse por el monte”. La influencia del mal, o de seres extraterrestres
o primigenios en torno a la roca y al monolito está implícita. Edith recuerda "una nube muy curiosa (…) que tenía un
desagradable color rojo" y Madeimoselle
"(...) se preguntó cómo algo tan
hermoso podía servir de instrumento del mal”.
La
autora nos ha narrado la aproximación a la roca y al monolito como un
acto onírico o provocado por las drogas: las muchachas han perdido el control
de sus actos. Nos queda la sensación de que han sido violentadas por un
espíritu invisible, como el que es violado durante el sueño. Según la
policía pueden haber sido "secuestradas o atracadas o que
hubieran caído en alguna trampa. O algo peor. -¿Puede decirme qué podría ser
peor que todo eso?- preguntó la directora." Quizá se trata de un
rapto, de trata de blancas y se encuentren en un burdel. La agresión sexual es
otra posibilidad, al introducir a Mike Fitzhubert y Albert en los alrededores
de la Roca en el momento de la desaparición. Es sorprendente el efecto que
causó Miranda en Mike solamente tras haberla visto pasar una vez delante de él.
Mike está obsesionado con Miranda y decide ir en su búsqueda, incluso en contra
de la opinión de Albert: "Hay un
montón de gente que se ha perdido antes que esas chicas." Encuentra el
monolito, donde perdimos el rastro de las chicas en el capítulo 3, y también cae
en un trance parecido al que sufrieron las chicas y lo encuentran malherido.
Michael ha sido embrujado con el espíritu de Miranda y tiene una alucinación
con un cisne al que confunde con ella. Mike será otro de los damnificados del
incidente en Hanging Rock y sabemos que emigrará al norte del país. No se sabe
si estuvo o no implicado en las desapariciones. En la novela se insinúa que la
investigación policial no se llevó de manera exhaustiva: no se buscaron
todas las pruebas, como el corsé de Irma y pistas que se perdieron; nunca
encontraron los cuerpos. A los protagonistas no se les permite cerrar la herida
y el desconocimiento aumenta su desasosiego.
Se trate de un simple accidente, de un
asunto sexual o de un caso de histeria colectiva, la autora no deja de lado que
pueda tratarse de fantasmas, extraterrestres o seres primigenios y ese es el
quid de la novela: es incierto si algo extraordinario ha ocurrido o no y la
autora recurre a las elipsis para contar la historia. Todos los huecos que
quedan en la novela deben ser llenados por el lector con la información que se
le facilita o con sus propias conclusiones. El lector se siente perturbado
porque nunca llega a saber qué pasó exactamente y eso le produce desazón y
desasosiego, similar a "Otra vuelta de tuerca" de Henry James.
Cada lector interpreta la novela según su propio parecer. Esta novela gótica, moderna y australiana, nos resulta aún más
impactante porque todo ocurre a pleno sol, al contrario que las historias de
terror; no estamos en los páramos ingleses, sino en la sequedad de las
planicies australianas.
Hasta el momento, hemos hablado de una
hábil narradora que ha sembrado la incertidumbre en el lector, pero según el
mito, había un capítulo dieciocho que el editor eliminó donde se desvelaba la
intervención de los extraterrestres en la desaparición de las muchachas y la
profesora y convertiría a Picnic en
Hanging Rock en una novela de ciencia ficción, con un desenlace no muy
original, en lugar de la sutil y misteriosa novela de culto que es hoy. No hay
pruebas de que el capítulo existiera, ni de la intervención del editor. En
realidad no es tan importante si las desaparecidas se encuentran en otra
dimensión o están esclavizadas en un burdel o muertas, el internado ha quedado
tocado y las chicas supervivientes son miradas como bichos raros cuando van al
pueblo: "No puedes ni imaginar la de
cosas horribles que dice la gente en la ciudad sobre todo lo que ha pasado".
Empiezan a circular los rumores y la noticia llega a los titulares de la prensa
sensacionalista, "desenfrenados
alardes de la imaginación (...) chismes (...) presuntos rumores que se irían
destapando más adelante."
Aun así, la directora pretende aferrarse al
pasado y se empeña en conservar las apariencias, pero el ambiente en el colegio
es irrespirable y se vive en un "Restrictivo
silencio" con las alumnas invadidas por el "agotamiento extremo". El colegio está tocado sin remedio,
como Irma Leopold: “Una parte (...) de su
cerebro parecía haber quedado dañada de manera irreparable." Los
padres y tutores empiezan a llevarse a las niñas; Mademoiselle se marcha para casarse; la señora Valange,
profesora de dibujo, discute con la directora por causa de Sara y abandona el
colegio. La señora Appleyard llega a "tener la terrible convicción de estar
asistiendo al preámbulo de toda una catástrofe." El narrador es
implacable: ”Sigilosa, sin dejar
constancia, la trama del picnic continuaba ensombreciéndolo todo. Y
extendiéndose". Las vidas de los
supervivientes tomarán nuevos rumbos: Albert recibe un cheque del padre
de Irma por haber rescatado a su hija, cambia de empleo y propone a Tom, el
encargado del colegio, como su sustituto, lo que le proporcionará a él y a
Minnie, su novia, un futuro mejor. Irma "no
recordaba nada de lo que le había sucedido en la Roca” y “(...) quizá no volviera a recordarlo jamás.”
Todos experimentan la gran pérdida de Miranda: "con solo dieciocho años y toda esa sabiduría..." Dora
Lumley, otra de las profesoras, y su hermano Reg mueren durante un incendio
ocurrido en el hotel en el que se hospedan después de abandonar el colegio. Todo
lo que le rodea acaba maldito. No queda
más remedio que cerrar y terminar el libro; como termina una época cuya
transición solo ha podido llevarse a cabo a través del sufrimiento. Algunos personajes
desaparecen, otros huyen, otros mueren, pero todos se liberan de la represión,
representada por la señora Appleyard. Quizá solo es la liberación de la
represión de las mujeres que vivían en el colegio. Solo estamos especulando, pero
sí que se nos muestra una única culpable, la señora Appleyard, que también expía
sus culpas y se libera.