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NOCHE ELECTORAL

Me llama mi amigo Víctor: "¿Quién crees que va a ganar?" "El PSOE, claro", contesto, y nos enzarzamos en disquisiciones y nos quejamos de que sigue sin existir un partido político que nos represente. Yo creo que si Víctor se presentara, conseguiría captar muchos adeptos. De hecho, ya es una especie de gurú mediático a su manera.

Como siempre he sido un rebelde sin causa, llevo veinte años desperdiciando mi voto de todas las maneras posibles. Nunca he podido votar a la derecha, porque mis principios más fundamentales me lo impiden. Pero igualmente me resulta de todo punto imposible votar a la izquierda; la educación familiar sigue ejerciendo su influencia, aunque me pese.

Si no fuera por la gente que tiene el partido y porque hace tiempo que se les ha ido la olla, votaría a Izquierda Unida, pero perdieron mi favor cuando Julio Anguita se fue y ninguno de sus substitutos, ni Frutos ni Llamazares ni Cayo Lara, me han convencido.

A los diecinueve, voté a la Falange, porque me parecía muy romántico. También he votado a partidos verdes de toda clase y condición y luego he descubierto que no eran tan de fiar como su saludable color hacía prever. Sin embargo, no he fallado en ninguna elección, con voto blanco, nulo o para alguna agrupación de poco pelo.

El que haya leído mis posts anteriores sabrá mi odisea de la renovación del carné de identidad (ver el post en este blog de 21 de noviembre de 2007, "Renuévate el carné"). Tuve que hacerlo de prisa y corriendo para viajar a Bulgaria y no me dio tiempo de modificar la dirección, con lo que sigue la del carné antiguo: la casa en la que vivía con Violeta, hace ya casi diez años. Después, he vivido en otras tres, pero nunca me molesté en empadronarme correctamente o en modificar el carné.

En resumen: que cuando he ido hoy a votar, no recordaba en qué casa estaba empadronado la última vez que lo hice y no sabía la mesa que me correspondía. Ha sido patético: he vagado por colegios electorales de la zona, buscando mi nombre en listas infinitas en vano. A las ocho menos diez, cuando mi mesa estaba a punto de cerrar, he depositado mi precioso voto. Creo que debería valer el doble, por lo menos a mí me ha costado el doble votar que a muchos de mis conciudadanos.

No me puedo quejar, según todos los sondeos, por primera vez desde 1986 he votado a un partido que ha obtenido representación en el Congreso. Sí, lo confieso: Unión Progreso y Democracia. No es que me flipen, pero ¿qué otra cosa podía hacer?